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ABRAZANDO MI IDENTIDAD TRANSGÉNERO

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Lizbeth Martínez
29.11.2024

Desde temprana edad asumió un rol en el negocio familiar animando fiestas como un joven payaso, creció como varón entre juegos “normales” y valores tradicionales; sin embargo, ello representaba negar una parte de sí misma durante toda su infancia. Karla Sofia, vivió durante el encierro causado por la crisis sanitaria del SARS-COV 2 un quiebre emocional que significó una puerta de entrada a su identidad: es una persona transgénero y siempre estuvo ahí.

“Yo prefería estar con las niñas, tomaba cosas de mi mamá, y yo no recuerdo eso, pero mi papá dice que en ocasiones me refería a mí con pronombres femeninos”, comentó.

Desde los nueve años participó activamente en los eventos de sus padres, al principio encargándose de la musicalización; a partir de los doce años como acompañamiento del espectáculo presentado por su madre y cuando cumplió quince nació Robin, un personaje con el que animó sus propios shows y que en años posteriores a su transición fue un ancla con su masculinidad.

“Robin sigue ahí, y de hecho es una de mis mayores inseguridades y de mis mayores problemas, trato de separarlo, de verlo como un personaje que estoy actuando, que estoy interpretando a alguien totalmente ajeno a mí, y de alguna u otra manera eso me ayuda a sobrellevarlo”, manifestó.

Karla Sofia no ha seguido un camino lineal en su descubrimiento, la primera vez que se reconoció de manera consciente como persona trans tenía 16 años, sin embargó en un intento de cumplir las expectativas que venían con su género, continuó negando su identidad. “Fue una lucha constante en negarlo, había etapas de meses o años en los que dejaba de buscar cualquier tipo de información y dejaba de involucrarme en cualquier cosa relacionada, para que se me olvidara”, reveló.

Esta lucha continuó durante años, siempre de la mano de Robin, personaje que cada vez era más recurrente, hasta que, con 24 años, en medio del confinamiento por COVID-19, reflexionó sobre todo el tiempo que había negado su esencia y lo que quería para su vida a partir de entonces.

El primer paso que dio para salir del rol que se le había asignado al nacer fue buscar apoyo psicológico y, posteriormente, obtener autorización médica para iniciar su terapia de transición hormonal, a la par, visitaba al psicólogo y a un médico endocrinólogo; también comenzó su transición social, dejándose crecer el cabello y cambiando su ropa por una con la que se sintiera más ella.

Durante su proceso Karla enfrentó varios obstáculos, uno de ellos fue el ambiente homofóbico y transfóbico que predominaba en su familia, quienes no aceptaron su identidad de inmediato y continuaron refiriéndose a la joven por su dead name, es decir, el nombre que usaba antes de transicionar, lo que desencadenó discusiones constantes.

Sorprendentemente, un rayo de esperanza surgió para Karla, luego de que su familia comenzó a buscar información sobre el tema, aunque quedaba todo un mundo fuera por enfrentar. Una sociedad marcada por la discriminación a las minorías, pero estaba decidida a no seguir sin dar a notar quien era. No podía continuar con una fractura en su relación consigo misma, una relación vacía. “Me faltaba algo, hiciera lo que hiciera no me terminaba de llenar, porque algo no estaba bien”, expresó.

Tras dos años de su transición, con 23 años, Karla no se desligaba de la persona que fue antes de comenzarla, aunque mantenía una relación ambigua con esa parte de su vida, a veces refiriéndose a esta como él y a veces como ella, la mantenía como lo que es: un peldaño que debió subir para que su verdadero yo pudiera ver la luz.

“Sí, la veo como una persona aparte, pero que sigue siendo parte de mí de cierta forma, hay características suyas que siguen viviendo dentro de mí y le tengo respeto”, puntualizó.

Para Karla este proceso estuvo marcado por el aprendizaje y la aceptación, siendo esta última una de las mayores lecciones en su odisea. “aceptarme, aceptar que hay cosas que no puedo cambiar, y que hay personas que no lo van a terminar de entender, y que no van a terminar de respetarme.”

Han pasado tres años desde que Karla decidió redescubrirse, con 27 años ha dejado atrás el negocio familiar, y con ello la figura de Robin, aunque admite que esta despedida le generó una extraña sensación de nostalgia, también la hizo sentir libre, Karla comparte que distanciarse de Robin le ha permitido desenvolverse de manera más auténtica, como quien realmente es y aunque ha considerado interpretar un nuevo personaje, esta vez femenino, reconoció que no se siente lista para enfrentar este reto.

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